Es la primera vez que envío uno de mis argumentos, limpiamente, a la basura.
No porque no sirvan, sino porque no pienso volver a hablar de ello. Ni para que te convenzas, ni para que me creas, ni para querer que comprendas mi forma de ver las cosas que tú ves tan distorsionadamente y que pensé, que con los años compartidos, estarías en la lúcida capacidad de ver... Pero mas bien lo que veo es que hay algo que enturbia no solo tus ojos, sino también tus oidos y tu corazón; pero no voy a hacer ya mas nada al respecto.
Así que enterate aquí cada vez que te quede la duda: No me interesan tus aplausos.
No me interesan tus ovaciones, ni tampoco me interesa que me digan que soy el mejor de esto o aquello o que soy la última chupada del mango. No me interesa.
Por una sencilla razón: No me alimentan, no me hacen sentir más, no me dicen nada más allá de que la función va a empezar o que ya terminó.
Entiendo que no te pase lo mismo porque tu perspectiva de las cosas es otra y la respeto. No digo que sea bueno ni malo porque sencillamente cada uno juzga lo que hace según su propia lucidez.
Pero no puedo más que reir cuando me dices que tomé una decisión porque mi ego esto o lo otro.
Solo estando dentro del mundo teatral he escuchado hablar tanto del ego. Ni siquiera en las clases de Psicología que llevé en el colegio y la pre. Y no puedo creer la tremenda acogida que tiene esa palabrita dentro de esto.
Pero date por enterado una vez más. No vivo para el ego, ni propio ni mucho menos el ajeno.
Y ojalá mientras más tiempo pase y más aplausos recibas, no se te enturbie más la cabeza.
No la vayas a perder.
Pero para que veas que no es de mala onda. Te aplaudiré cada vez que vaya a verte, porque sé que te alimenta y te hace sentir contento.
No espero nada en retribución a mi gesto, pero si quieres hacer algo cuando yo actúe, entonces ya sabes, no aplaudas.
Prefiero el silencio, que dice tanto más. Tanto más. Tanto más.
Y no vuelvo a hablar de esto por el bien de mi hígado.
No porque no sirvan, sino porque no pienso volver a hablar de ello. Ni para que te convenzas, ni para que me creas, ni para querer que comprendas mi forma de ver las cosas que tú ves tan distorsionadamente y que pensé, que con los años compartidos, estarías en la lúcida capacidad de ver... Pero mas bien lo que veo es que hay algo que enturbia no solo tus ojos, sino también tus oidos y tu corazón; pero no voy a hacer ya mas nada al respecto.
Así que enterate aquí cada vez que te quede la duda: No me interesan tus aplausos.
No me interesan tus ovaciones, ni tampoco me interesa que me digan que soy el mejor de esto o aquello o que soy la última chupada del mango. No me interesa.
Por una sencilla razón: No me alimentan, no me hacen sentir más, no me dicen nada más allá de que la función va a empezar o que ya terminó.
Entiendo que no te pase lo mismo porque tu perspectiva de las cosas es otra y la respeto. No digo que sea bueno ni malo porque sencillamente cada uno juzga lo que hace según su propia lucidez.
Pero no puedo más que reir cuando me dices que tomé una decisión porque mi ego esto o lo otro.
Solo estando dentro del mundo teatral he escuchado hablar tanto del ego. Ni siquiera en las clases de Psicología que llevé en el colegio y la pre. Y no puedo creer la tremenda acogida que tiene esa palabrita dentro de esto.
Pero date por enterado una vez más. No vivo para el ego, ni propio ni mucho menos el ajeno.
Y ojalá mientras más tiempo pase y más aplausos recibas, no se te enturbie más la cabeza.
No la vayas a perder.
Pero para que veas que no es de mala onda. Te aplaudiré cada vez que vaya a verte, porque sé que te alimenta y te hace sentir contento.
No espero nada en retribución a mi gesto, pero si quieres hacer algo cuando yo actúe, entonces ya sabes, no aplaudas.
Prefiero el silencio, que dice tanto más. Tanto más. Tanto más.
Y no vuelvo a hablar de esto por el bien de mi hígado.