El bostezo de un feriado
cae como una almohada
o cae como una frazadia,
de un perfecto aire invernal
humedecido en los tejados incompletos
de casas incompletas
habitadas por seres desacompañados
y sus aún incumplidos sueños
o medio sueños
que no ven llegar la hora
en que surja una primavera
con su amanecer tibio como un pan
de un perfecto desayuno
y la vista impecable a través de la ventana
por donde llegarán gritos de niñas y niños,
risas y saludos de una señora con su perrito
y un anciano sin bufanda y con bastón
o una mujer que es observada desde varios puntos
de la vereda opuesta.
Eso es, en resumen,
el calor de mi cama
iluminada por la luz del dormitorio.
Una palabra extraña es 'dormitorio': Lugar para dormir.
Sin embargo estoy despierto y espectante,
con hambre y con frio,
en las últimas horas de un auspicioso feriado.
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